El cumpleaños de José Luis González

José Luis González, 1987 CM Roma (03)

Mañana cumple 60 años José Luis González. Dicen que no hay genios sin orgullo. El atleta toledano es la prueba: fue genio y fue –es– orgulloso. En la década de los ochenta, en pleno surgimiento de Michael Jackson, Indiana Jones y el Seat Panda, nos enseñó a los españolitos que no había complejos. Su ambición me recuerda a la selección española de baloncesto que ganó la plata en Los Ángeles-84 o al bronce de José Manuel Abascal en el Memorial Coliseum de aquellos mismos Juegos.

Deberían los tuíteres aparcar por un día, sólo por un día, sus prejuicios sobre historiales, medallas, fobias, rumores y apegos. Reconocer tranquilamente las cosas. Y admitir que sin este corredor, y desde luego otros muchos, el atletismo español estaría en la fosa de Las Marianas de la prehistoria. Borrarle, olvidarle, supone una ignominia del tamaño del Letzigrund de Zurich.

José Luis no es un tipo fácil. Seguramente le pasa como a todos los que dejan su trono, que les gustaría tutelar al sucesor; lo llaman síndrome de los expresidentes. Pero los hechos le dan silenciosamente la razón: después de tres décadas de éxitos en el deporte español, Pepe continúa siendo uno los mejores deportistas nacionales de todos los tiempos.

A mí González, como otros mediofondistas de su época, me enganchó con una sola vuelta al anillo, con ese magnetismo que ejercen las personas importantes en un simple gesto. Podía ser simpático o no, pero aquello era arte, aquello era correr.

Hablando de arte: es curioso cómo el talento, cuando expresa cosas difíciles de forma fácil, deja un recuerdo hermoso. González se deslizaba por la pista con elegancia de millero top. Convertía un ritmo inhumano en marcha triunfal y poesía. Era oír el pistoletazo y, zas, embelesaban sus maniobras en el viaje que pocos mortales del planeta podían, pueden emprender; porque el atletismo es eso, un viaje, un lapso de tiempo, un cuásar de gloria. Nada tan difícil como destacar en un deporte de extrema competitividad como éste, cuya Federación Internacional, la IAAF, tiene más países afiliados que la ONU; 214, para ser exactos.

Visto desde donde yo veía siempre a González –en la grada o en TV, con la boca abierta– me parecía que no se esforzaba al correr, que era un maestro estético y táctico; apenas descomponía su tranco excepto cuando llegaba justito a la recta final y apretaba los dientes angustiado por su mayor pesadilla, la derrota; a veces hasta se dio de bruces contra el tartán, tratando de aventajar desesperadamente a sus rivales, cabeceando y sacando fuerzas de donde ya no había. Pero qué orgullo, qué descaro hasta cuando le doblegaban. Qué carisma dentro y fuera de las pistas.

jose luis gonzalez

Me impactaron tanto aquellos choques que vería con más placer una carrera de los hoy sexagenarios González, Coe, Cram, Ovett, Aouita, Walker, Scott, Deleze, Wessinghage, Coghlan, Maree o Abascal, que una de esas piezas de comida rápida de la Diamond con desconocidos de 3:28 que no duran ni media temporada. El propio Sebastian Coe, hoy presidente de la IAAF, ha tomado cartas en el asunto para que los atletas vuelvan a ser algo más que un tumulto de plusmarcas con la misma camiseta; no sé si lo conseguirá, ciertamente anda en ello.

Pero me estoy apartando del tema.

Quiere el destino que algunos jóvenes, no todos, afeen a González su etapa de comentarista en RTVE, su apego al pasado, y alimenten la idea de que el atletismo español se inventó en el siglo XXI o, como mucho, en 1992; que no conozcan, ni les importen Tomás Barris, Carmen Valero, Álvarez Salgado, Mariano Haro, tampoco Herb Elliot, Peter Snell, David Wottle  o Jim Ryun. Seguramente pronto olvidarán a Ruth Beitia. Así que, ¿cómo pretender que honren al todavía recórdman nacional de la milla (32 años vigente y lo que te rondaré, morena), si hay pocos que tengan la memoria profunda de Jorge González Amo o Gerardo Cebrián?

Tal vez por eso, es obligatorio acordarse de este cumpleaños de José Luis, símbolo, compendio de los cumpleaños de tantos otros españoles que corrieron, saltaron, marcharon y lanzaron ayer, y hoy ya no significan nada, salvo para unos pocos nostálgicos. Su efeméride nos recuerda que hubo inviernos mucho más fríos, aunque nunca hayas tiritado como éste.

En fin, que me estoy poniendo blando. De pronto envidio a quienes descubran a González estas Navidades o las próximas en Youtube. Qué pedazo de corredor, qué versatilidad en todas las distancias y superficies, pista cross, asfalto, 1.500, la milla, 3.000, 5.000, seguramente hasta los 10.000 metros y, porqué no, los 800 si se lo hubiera propuesto. Qué ambición desmedida por salir a cualquier ataque, lo que seguramente le privó de ciertas medallas (ay, Sttutgart-86) que se quedaron en el tintero.

Aquel González disputaba todas las carreras del calendario. Cuando digo todas, son todas. Funcionaba en cross, pista y asfalto. La prematura retirada de Abascal le mantuvo invicto en pista durante años ante españoles. Sacó un porcentaje de triunfos en la temporada 1986-1987 que no ha repetido ningún atleta nacional, desde el barro de Venta de Baños hasta la San Silvestre Vallecana, pasando por el sintético indoor y outdoor de Lievin, Madrid, Sevilla, Oslo, Koblenza, Londres y Bruselas, hasta que tropezó con un segundo puesto en Zurich con 3:33.01, ante Cram. Acabó con las rachas de imbatibilidad en 1.500 metros de éste último y de Coe. Estuvo donde todos los aficionados del atletismo soñábamos estar: peleando con Aouita en muchas últimas vueltas, batiendo a Coe en París y Oslo, superando al mencionado Cram en la Copa de Europa y levantando la moral de aquella inolvidable selección española de Praga.

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Hace 25 años que se retiró, despidiéndose de esa vida errante –pasaporte, trolley y dos pares de zapas– que le llevó a competir en todas las ciudades civilizadas del planeta. Pero González, genio y figura, sigue hoy ahí, maravillosamente atrapado en la década de los ochenta que elevó a categoría de dioses a una generación del mediofondo. Dioses a los que el toledano acabó derrotando, antes o después. A todos, oiga. Y es que no hay Millrose Games, mitin, gran premio, prueba de campo a través o la urbana donde no subiera a lo más alto del podio.

¿Ha cambiado el temperamento del González de 2017? Es una impresión subjetiva, a distancia, pero no. Está expectante, inquieto, echa de menos aquella adrenalina de los ochenta. Hablas con él, y se diría que acaba de quitarse los clavos en los 1.500 metros de Niza, año 1985, cuando Aouita le tocó en la espalda para pedirle en plena curva que le dejara pasar. Aún le dura el cabreo por el golpe en el pecho que le metieron en una milla en Oslo de 1981, justo al toque de la campana. Y reniega porque Ovett, ya más viejo que diablo, le privó de la victoria a codazo limpio en 1983 y 1984, también en el antiguo Bislett.

Pero más allá de sus recuerdos en bucle, González es patrimonio nacional; lo más parecido a una estatua de mármol con corazón bueno. Sí, con corazón bueno. Sorprende cómo arropa a buena parte de su generación, a sus ilustres compañeros de armas, que compartieron concentraciones y selecciones. A otros, supongo que menos. ¿Pero quién no tiene sus preferencias?

A veces pienso que si le oyeran hablar los chavales en los institutos, y se explayara sobre el atletismo y sus recovecos, enamoraría a clases enteras que hoy, como mucho, se enamoran de la Play o los iconos de Disney Channel.

Así que no importa que le conozcas cinco minutos o de toda la vida; que te hable por teléfono o en una rueda de prensa. José Luis sigue siendo igual, un gallo de pelea que ama correr y, de paso, se mete aún en todos los piques posibles, golf incluido. Es un sesentón que mantiene su figura envidable y rueda una hora a 4:30 de vez en cuando. Un hablador infatigable que adora el atletismo; que echa de menos, aunque le cueste admitirlo, a sus rivales de ayer.

Otros corredores tienen más medallas y más récords. No sé si más clase, lo veo difícil. Pero para juzgar la trayectoria de González hay que entender, antes que nada, que perseguía un sueño imposible en el atletismo: ser el mejor siempre y en todo momento, no en una final o en un día D a la hora H, sino en invierno y verano, primavera y otoño, para luego darse el gustazo de trotar en una vuelta de honor épica, blandiendo el dedo índice en señal de supremacía.

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Su talento fluye del mismo manantial sagrado de donde vienen los Severianos, los Corbalanes, los Ángeles Nietos, las Quintas del Buitre. El manantial del que proceden, cada década, las películas mágicas y los libros que mejoran con el tiempo.

Exagero, dirá alguien; González es un bocazas, un arrogante. Yo creo que es un artista, y además llega su cumpleaños. ¿Cómo faltar el respeto, como perturbar la paz de un hombre con apellido que llevan dos millones de españoles, y a quien todas las fuerzas vivas del atletismo, amigos y enemigos, rinden aún su merecido tributo llamándole a secas González? Desde la admiración y la gratitud: felices sesenta, maestro.

Juan Manuel Botella

5 comentarios sobre “El cumpleaños de José Luis González

  1. Totalmente de acuerdo con este fabuloso articulo que refleja exactamente lo que es Gonzalez y que tambien apunta que algunos le critican; Es un bocazas, dicen.: Pues a mi me gusta Jose Luis Gonzalez.
    Dice algunas verdades como catedrales !! y eso creo que es bueno y es sano…pero no gusta.

    Si bien es cierto que 20 años antes el primer atleta español que destaco fue Mariano Haro, con 2º y 3º puestos en diferentes Campeonatos Mundiales de Cross. Puestos que estan muy bien, pero que no acababa de llegar con esta autoridad, que si tenia Jose Luis Gonzalez con los mediofondistas britanicos que en aquellos tiempos eran los mejores del Mundo. Un ejemplo es la mejor Milla del Mundo, la de Nueva York, a Gonzalez le respetaban porque era un gran corredor de medifondo.

    Precisamente por esto, en octubre de este año se le homenajeo en la XXXIII Milla Urbana Isla de Ibiza, por su valentia como atletas y algo muy importante y es que todavia ostenta el Record de España de Milla.

    Desde Ibiza te deseamos un Feliz Cumpleaños Pepe !!

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